sábado, 29 de octubre de 2011

Heidelberg




(fragmentos de un diario)


18/19 [jueves]

Schumann
Ab’egg Variationen op. 1
Papillons op. 7

Weber
Der Freischutz
“Agatha”

Estas anotaciones las hice en el castillo de Heidelberg.
Ahora estoy frente al Neckar, descansando y esperando el momento de volver.
Creo que estoy hecho, lo demás es regalado y prefiero ni hablar.
***
Estoy en el tren que debería ir de Heidelberg a Mainz. Reitero: debería.
Para peor, el guarda pasó sin pedirme el pasaje, gran oportunidad de saber la verdad antes de aparecer en Stuttgart.
***
¿Escribir sobre Heidelberg? Difícil.
Saqué como 100 fotos, compré guía de la ciudad y libro sobre el castillo... Todo, para rellenar el futuro hueco de la memoria.
***
¡Cómo transpiré en el famoso “Camino de los filósofos”!
Más que un camino, parecía toda una montaña. Y de hecho lo era, porque había que subir una cuesta larga y bastante empinada, para llegar al dichoso camino. Que seguía y seguía. En un recodo, la bendición: ¡un quiosco! Compré coca y agua a un viejo malhumorado (estaba por cerrar, según vi enseguida).
Después, tuve que bajar. Tampoco fue fácil. Según mi costumbre, tarde, muy tarde, me saqué la campera y me refresqué un poco.
Bajé por otro lado, una calle para autos, y tardé muchísimo; además, aparecí lejos del Alte Brücke, con un poco de ansiedad (lo acostumbrado).
***
Sobre el castillo, muy poco podría decir. Harían falta varias horas para verlo todo, no digo “conocerlo”. Sin embargo, no me quejo, en una hora y pico, casi dos, vi muchísimo y quedé deslumbrado.
¿Cómo saldrá en las fotos?
Si recogen un 10 % de lo que es, van a ser muy buenas, pero dudo de algunas.
¡Los jardines! Arriba de todo. Claro, no iban a salir a tomar mate fuera de las murallas...
El puente viejo está en arreglo, esa manía alemana. No me quejo tampoco. Lo crucé con bastante vértigo, aunque no tanto como el de Colonia, porque en éste pasan trenes y en aquél no. Además, el de H.[eidelberg] es más corto (gracias, Neckar).
***
Efectivamente, transpiré mucho en el Philosophen Weg, más exactamente en la empinada subida. Con razón veía que la gente bajaba por ahí y me miraba alelada. ¡Era la bajada, no la subida! Del otro lado, la pendiente era mucho menor, porque era la subida y bajada para coches. Pero juro que no había ninguna indicación al respecto. Quién sabe: cada uno sube y baja por donde quiere, puede o debe.
Bueno, no importa nada: el placer con esfuerzo, a veces, es mucho mejor, como en el deporte y en el sexo. (Pero sí debería haberme sacado la campera mucho antes...)
El famoso camino tiene recovecos para sentarse a leer, meditar o, simplemente, mirar el hermoso panorama que se abre en el follaje de tanto en tanto: el Neckar, la otra orilla de la ciudad, el omnipresente Castillo.
En medio del bosque hay descansillos, diversos monumentos y placas recordatorias, una extraña hamaca (¿para descansar?, no me animé), glorietas, etc. Se suponía que había ruinas de un convento, pero no las encontré. Sí vi el monumento a Bismarck, una horrible torre de piedra cuadrada (como su homenajeado), a la que se podía subir para ver el panorama.
Todo muy hermoso, para qué negarlo.
¡El placer de tomar la coca-cola (y después el agua, más lentamente) sentado cerca del quiosco del viejo malhumorado...!
Había bastante gente, parejas, familias. Serían de por allí, no parecían turistas. La zona es de mansiones impactantes, similar a San Isidro, con mejor gusto y quizás mayor antigüedad.
La orilla del Neckar también es muy linda de ese lado, sobre todo porque se ve muy bien el otro... (y, a lo lejos, entre brumas, el sempiterno Padre Rin, donde desagua el Neckar).
Sin duda, Heidelberg fue lo mejor de mi tour, sin desmerecer a la vieja Colonia ni a la querida Frankfurt. Ya tendrán lo suyo. Pero H. es de una belleza descomunal. Y reconozco que el día espléndido ayudó mucho a su disfrute.
Volví en taxi hasta la estación de trenes, porque no pude encontrar el ómnibus correcto y estaba muy cansado para caminar, aunque en otro momento lo habría intentado; tampoco quería perderme el tren de vuelta. Que era bastante lujoso pero lo disfruté menos de lo que valía, porque, como puse en el diario, dada la experiencia de la noche anterior, no estaba seguro de nada. Pero fue perfecto.


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